Hoy es fiesta en la Comunidad de Madrid. Alba, Susana, Marta y Loreto lo saben bien. Porque ayer acabamos rendidas de cansancio y rendidas también ante el entusiasmo-energético de los alumnos de 5º del Centro Dionisia Plaza.
La FIESTA de verdad, la verdadera, la buena, la que “mola”…ésa fue la de ayer y no la de hoy. Fue una FIESTA por todo lo alto porque a ver… ¿acaso no es motivo de FIESTA salir de la rutina del colegio por un día? Y ya, si te recibe una “locatis-con-coletas” y un “león-medio-leona”… ¡No te digo más!
Desde la Asociación CEN con C siempre les pedimos a las Fundaciones/Asociaciones con las que colaboran los niños escribiendo cuentos que les hagan una visita a sus colegios. Normalmente son estupendas charlas de sensibilización en las que todos aprendemos y son inolvidables. Pero si Loreto, de la Fundación Síndrome de Dravet, está presente… lo de la charla de sensibilización literalmente “le resbala”. Ella siempre quiere más. Más imaginación, más locura, más juegos, más creatividad, más risas…más, más y más. Y no digamos de sus aliadas las tutoras Alba, Susana y Marta. Cada una de ellas, a su modo, alimenta el ansia de Loreto por “vivir la vida de manera diferente”, colgando murales en las blancas paredes del Dionisia cual Arcoíris en un cielo raso azul.
De modo que allí estábamos preparadas para contarles un cuento a los niños. El cuento de “El león que no sabía escribir”. Lo interpretamos tres veces, con las tres clases de 5º. La primera vez nos ajustamos al guión, la segunda improvisamos algo y la tercera no había quien reconociera el cuento original de lo que habíamos añadido de nuestra propia cosecha… Es lo que tiene “meterse en el papel”, que te lo crees y terminas por crecerte.
Tras el cuento la parte de reflexión, esa en la que el mensaje queda grabado en las cabecitas de estos jóvenes: “sólo uno mismo sabe lo que realmente siente”. ¿Acaso una jirafa iba a saber lo que un león siente hacia una leona? ¿O un hipopótamo? El león no sabía escribir pero sí sabía lo que sentía por la leona y al final….en fin, la cosa acaba bien, como todos nuestros cuentos escritos con el corazón.
Después la GYMKANA. Pistas y más pistas viajando en la máquina del tiempo desde la prehistoria, pasando por Egipto, Roma, la Edad Media y la Edad Moderna. Pistas y pruebas, como la de encestar una pelota en una canasta-mamut o perseguir al león para atrapar el sobre pegado en su cola.
Y todo esto… ¿Para qué? Pues para obtener un bonito diploma de agradecimiento de la Fundación Síndrome de Dravet. Eso sí, antes, cada tutora debía ser disfrazada de momia y arrastrarse cual serpiente por debajo de una pirámide improvisada para dar con el preciado tesoro. Todo hay que decirlo, el suelo quedó de lo más limpio tras el paso de las tres tutoras.
Todo esto que os contamos lo vivimos por triplicado. Como os digo “rendidas” acabamos pero satisfechas y contentas por los mágicos momentos vividos. Los envolvimos bien en papel de felicidad y los guardamos en las mochilas que todos y cada uno de nosotros llevamos a nuestras espaldas. Esos momentos, ya forman parte de nuestra historia.
Y el año próximo ¡¡MÁS!! ¿Verdad chicas? Porque estas chicas… ¡siempre quieren más!