Nervios, carreras, magia, sonrisas, inocencia, perspicacia, aplausos y mucha, mucha, muuucha risa.
Todo esto en dos horas ¡zas! Visto y no visto.
-¡Menuda diferencia de público hemos tenido! – me comenta Luis, de PayasoSalud al término de la visita.
-Sí, la verdad es que no sabría con cuál quedarme porque los dos tienen su puntillo – añado.
-Pues yo lo tengo claro – me dice Luis. ¡¡Me quedo con los dos!!
Y es que lleva toda la razón. ¿Por qué renunciar a uno pudiendo tener a los dos?
Nuestro primer público de esta mañana estaba compuesto por las tres clases de 5 años del Colegio Sagrada Familia Corazonistas de Madrid. Y no nos queda la menor duda de que estos niños tienen mucho pero mucho corazón. Primero han gritado hasta desgañitarse para avisar al Pirata Garrapa de que venía el cocodrilo. En cada grito nos consta que ponían todo su empeño y su corazón pues a punto ha estado el pobre pirata de quedarse sordo además de tuerto.
Luego, como han demostrado ser tan solidarios, les hemos dado ¡una sorpresa! La sorpresa ha llegado disfrazada de Payaso. Pepinillo (“pero no de los que se que comen, ¿eh? – me decía bajito una de las niñas) ha entrado en la sala con mucha vergüenza pero se ha metido rápidamente a los niños en el bolsillo.
El público infantil puede que sea el más exigente pero también es el más gratificante. Escuchar sus risas cuando Pepinillo confundía sus nombres, o cuando se le rompía la varita a la profe, o cuando el truco de magia parecía no funcionar…no tiene precio.
Todos querían ser voluntarios, todos (sin excepción) se han agarrado de las manos excitados y nerviosos para decir las palabras mágicas del juego de magia. ¡Había que hacer desaparecer tres pañuelos nada más y nada menos! Y lo han conseguido. Vaya si lo han conseguido. Porque estos chicos, como me decía una de sus profes, son capaces de todo lo que se propongan.
-Ya verás qué cuentos más bonitos van a escribir – me decía Ana según nos despedíamos.
Y luego ha llegado el momento de las carreras. Mientras aguardábamos a las tres clases de quinto y las tres de sexto en el mismo lugar donde habíamos recibido a los alumnos de cinco años, nos han dicho que no, que allí no era. Una de las hermanas del colegio nos ha llevado corriendo atravesando pasillos, puertas, escaleras y niños…muchos niños por todas partes.
¿Y para volverrrrr?– oía a Luis preguntar detrás de mí disfrazado de payaso mientras dejaba a su paso un reguero de risas.
Y al llegar a la nueva ubicación:
¡Que no, que no, que el otro sitio era mejor! Que son muchos y no caben. Y vuelta a desandar lo andado, volando más que corriendo para evitar que los chicos se cruzaran con nosotros y vieran a Pepinillo. El factor sorpresa siempre es un punto a favor.
Y por fin lo hemos conseguido. Casi ciento cincuenta alumnos de entre diez y once años dispuestos a boicotearnos la actuación si hacía falta. Porque ellos ya son mayores…o al menos eso pensaban algunos.
Pero no, la risa ha fluido y Pepinillo se los ha ganado. A ellos y a las profesoras, que no han parado de reír ni un solo momento dando quizás más juego que sus propios alumnos. Me ha llamado la atención el momento de “cogerse las manos” para decir las palabras mágicas del truco de magia. En este caso sí se lo han pensado. ¿Darle la mano a una chica? ¿Darle la mano a un chico? Pero… ¿dónde se ha visto eso? ¿Y qué era eso de que los pañuelos habían desaparecido? ¡Venga ya…!
– Profe, comprueba la bolsa a ver si están.
– Profe, mira dentro de sus bolsillos.
Pero ni rastro de los pañuelos…
Pepinillo se ha despedido de ellos pidiéndoles que durante estas vacaciones de Navidad pensaran sobre el hecho de que la magia, a veces, sí existe.
Y como prueba de ello, y para demostrarles que la magia SÍ existe les he contado el caso de CEN con C. Con sus propios ojos han visto cómo una simple agenda escolar de un niño de cuarto de primaria, en cuestión de cinco años, ha dado como fruto 125 libros solidarios, añadiendo 42 más este año.
Porque, como les recordaba esta mañana, a nosotros, a todos nosotros ya nos ha tocado la lotería de Navidad. Aunque se juegue mañana.
¿Qué mejor gordo que la SALUD?
¿Qué mejor segundo premio que la RISA?
Y ¿qué mejor tercer premio que poder VIVIRLO y COMPARTIRLO?