NO VALORAMOS LO QUE NO VEMOS

¿Cuántas veces al día nos lamentamos de lo que no tenemos, de lo que nos va mal o de lo que no marcha como a nosotros nos gustaría…?

¿Cuántas veces al día focalizamos nuestro punto de atención en los defectos de los demás (especialmente de los que más cerca tenemos)?

¿Cuántas veces al día nos perdemos en una espiral de pensamientos negativos que nos lleva a vivir nuestro día en una prisión mental de la que sentimos que no podemos escapar…?

Y quizás, solo quizás, ese día nos hayamos levantado de la cama sin darnos cuenta de que no nos duele nada, de que podemos caminar, ver, escuchar…de que en nuestra casa no hace frío, hay electricidad, tenemos agua potable…de que tenemos una pareja y unos hijos sanos…de que podemos ir a trabajar y nuestros hijos pueden ir al colegio sin que nadie “se juegue la vida”…y solo por una razón: porque es “lo de siempre”, lo hemos normalizado tanto que parece que es un derecho que nunca perderemos y como tal, no lo valoramos porque no somos capaces de verlo.

Pues bien, hoy con los alumnos de 5º de primaria del CEIP Pinar Prados de Torrejón, gracias a Manu y Miriam de Infancia sin fronteras, todos hemos sido un poquito más conscientes de lo afortunados que somos por tener nuestras necesidades básicas cubiertas cuando muchos otros niños y niñas y sus familias en muchas partes del mundo no las tienen.

-Pero, paradójicamente, esta gente desprende una alegría y una felicidad tan auténtica que es capaz de transmitirla pintando de colores vivos y alegres los viejos camiones que les llevan de un lugar a otro – nos contaba Manu.

Y ahí es cuando me he parado un instante para preguntarme quién es más feliz…

Porque “no es más feliz el que más tiene si no el que menos necesita”. ¿Cómo es posible que se pueda sonreír a la vida sin tener las necesidades básicas cubiertas y no se pueda sonreír teniendo las básicas y las no básicas totalmente cubiertas…?

Ahora que tan de moda está el mindfulness parémonos en este instante tan solo un segundo para preguntarnos qué necesitamos para ser felices…quizás lo tengamos todo y no seamos capaces de verlo porque no lo valoramos lo suficiente…

La próxima semana valoraremos, de la mano de la Fundación Menudos Corazones en el CEIP San José Obrero, lo importante que es cuidar de nuestro corazón y además ayudar a las personas que han nacido con uno un poquito “diferente”.

 

¡YO ME QUEDO AQUÍ!

-¡Yo me quedo aquí!

Esta frase se la he escuchado decir a una alumna de 5 años del CEIP Ortega y Gasset mientras pisaba con sus dos zapatitos uno de los varios folios en blanco que, a modo de “casa”, Charo y Elena de Federación Autismo Madrid, habían repartido por el suelo.

Como la vida misma, se trataba de un juego. Mientras sonaba música, los niños y niñas de 5 años y 2º de primaria tenían que bailar para, al cese de la misma, buscar un folio rápidamente y situarse sobre él o, al menos, tocarlo. La idea era ayudar al compañero que no era capaz de encontrar un pedacito de folio libre.

Pero ella no, ella lo tenía claro:

-¡Yo me quedo aquí!

En “casita”, claro, donde se sentía segura, en su “zona de confort”, donde el miedo no tiene cabida.

Si nos paramos a pensar, no hace falta ser una niña de 5 años para aferrarnos a la seguridad de “lo conocido”, porque lo “desconocido”, lo “diferente”…nos asusta, nos da miedo. Nos da miedo no ser capaces de encontrar un pedacito de folio blanco libre y preferimos permanecer quietos sobre él, aunque el coste de oportunidad sea dejar de bailar al son de la música mientras reímos y nos sentimos libres compartiendo ese momento de alegría con los demás.

Todos tenemos miedo. Además de ser molesto es algo de lo que no nos sentimos especialmente orgullosos. Sin embargo, los momentos en que tenemos miedo son la oportunidad perfecta para entendernos mejor a nosotros mismos.

¿Y cómo contrarrestamos ese miedo? Con AMOR. No hay otra. Ofreciéndole una mano generosa a la niña-del-folio-inmóvil para invitarle a disfrutar del baile sabiendo que, pase lo que pase, entre todos, logrará encontrar un trocito de folio donde sentirse segura cuando la música deje de sonar…

Desde CEN con C os invitamos a contrarrestar el miedo no  positivo con Amor.

El amor procede del alma, mientras que el miedo es todo aquello que nos impide conectar con el corazón. Este tipo de miedo es totalmente diferente al miedo positivo, como el de la sensación de amenaza física que puede sentir nuestro pirata Garrapata cuando se siente amenazado por un temible cocodrilo…

Miedo es lo que puede sentir un niño con TEA cuando escucha mucho ruido o cuando alguna de sus pautas conductuales (que le aportan seguridad) varían. En ese caso, la solución es sencilla. Contrarrestar su miedo con nuestro amor, tendiéndole nuestra mano para que, todos juntos, podamos disfrutar de la música de la vida.

El miércoles seguimos con nuestras visitas. En esta ocasión son los alumnos de 5º de primaria del CEIP Pinar Prados de Torrejón quienes nos esperan acompañados de Infancia sin fronteras.

Allí os esperamos como canta Rosana: SIN MIEDO.

¿ME ECHAS UNA MANO? ¿Literal o figuradamente? Porque si es LITERAL…

Así les explicaba Elena de Federación Autismo Madrid a los alumnos de 1º, 2º, 5º y 6º de primaria del Colegio Zola en las Rozas cómo se pueden sentir los niños y niñas con TEA al escuchar frases de doble sentido porque son diferentes  (¿y quién no lo es?) e interpretan la información que les llega desde su punto de vista…diferente.

No he podido cuanto menos que sonreír cuando, al explicarles a los más mayores que el objetivo de CEN con C era el conseguir que l@s niñ@s escribieran cuentos para ayudar a otr@s niñ@s, un alumno del aula de detectives (aula TEA) en un tono muy solemne y muy respetuoso, con una mirada muy seria y entrelazando los dedos de sus manos al frente mientras éstas reposaban sobre la mesa, me ha dado la enhorabuena por “tan grata iniciativa”. Al término de su intervención le he agradecido de corazón sus palabras lanzándole un beso al aire que, me consta, ha recibido con gran orgullo…y solemnidad 🙂

Todavía recuerdo la anécdota del curso pasado cuando Antonio, voluntario de Bir Lehlu que ofrece apoyo al pueblo Saharui, comenzó a responder a las dudas que le planteaban los alumnos que iban a colaborar escribiendo cuentos para dicha asociación.

  • “¿Hay cobras?” – preguntó uno de los chicos desde su particular punto de vista de niño, donde lo más interesante era el desierto y sus animales más que la gran labor humanitaria que pudiera realizar Antonio en esas tierras…

  • “¿Que si ahí cobro? No, claro que no…los voluntarios no cobramos” – respondió Antonio desde su particular punto de vista de adulto cansado, quizás, de que su labor fuera cuestionada por algunas personas…

  • “Ya – insistía el niño- pero ¿hay o no hay?”

Ni Antonio ni el alumno curioso eran personas con TEA pero cada uno tenía su particular punto de vista sobre la información que se estaba tratando y cada uno la interpretó “a su manera”.

Por eso Elena y Noelia han insistido una vez más en desmitificar creencias que no ayudan a la inclusión de personas con TEA y en sensibilizar a l@s niñ@s.

Para ello se han servido de un par de juegos para los más mayores y de un cuento para los pequeños. Con los mayores hemos podido comprobar lo difícil que es hacerte entender y lo complicado que es comprender a otro, cuando no puedes hacer uso del lenguaje oral; o lo desconcertante que puede llegar a ser tratar de adivinar el nombre de un animal cuando los códigos o las reglas que están siguiendo tus compañeros no son “lógicas” dentro del esquema mental “normal” al que estamos acostumbrados.

A lo largo de mi vida, y cada día más, he podido comprobar cómo lo normal y lo lógico puede ser no tan normal ni tan lógico para otras. En mi caso, como persona a la que podría colgarme etiquetas como las de: madre, esposa, hija, hermana, cuñada, nuera, tía, amiga o profesional y con mi particular forma de entender la vida, mis valores, mis creencias y experiencias; las mayores decepciones y frustraciones sufridas me han llegado siempre de la mano de “la diferencia”. Porque cuando esperas que todos los demás sientan, piensen, reaccionen y actúen como tú lo harías porque es lo lógico y normal…la caída está servida. Y duele. Pero se aprende. Especialmente de las peores experiencias, que llegan a convertirse en nuestras mejores maestras si somos lo suficientemente inteligentes como para aprovechar esa oportunidades de aprendizaje. Pero también de la mano de esa diferencia he podido crecer y evolucionar, madurar, aprender y respetar. Por algo decimos que la diferencia enriquece y por eso hay que incluirla en nuestras vidas.

Hoy, afortunadamente, los niños y niñas del colegio Zola han podido aprender con una buena experiencia gracias  a Elena y Noelia que desbordaban vitalidad, simpatía, cariño y buen hacer.

El próximo lunes tenemos la gran suerte de volver a disfrutar de una visita de sensibilización de Federación Autismo Madrid, esta vez en el CEIP Ortega y Gasset.

Os deseo un feliz fin de semana lleno de experiencias diferentes 🙂

Un “lunes-a-primera-hora”…DIFERENTE :-)

Que todos somos diferentes no lo pongo en duda.

No recuerdo con exactitud a cuántas visitas de sensibilización he podido asistir con alumnos de cinco años a lo largo de mi última década. Todas y cada una de ellas han sido diferentes pero la de esta mañana, además de diferente, ha sido sorprendente…

Ir “de-lunes-a primera-hora” a la biblioteca de un colegio para tratar de “despertar” a casi medio centenar de niños y niñas de cinco años, tiene su mérito. Pero más mérito tiene todavía, descubrir al llegar que están todos  en modo” viernes-a-última-hora” y lejos de despertarles, tu objetivo es conseguir centrar toda su atención sobre ti.

Menos mal que para eso llevo conmigo al pirata Garrapata.

-¡Es una marioneta!

-¡Eres tú la que habla!

-¡Estás moviendo la boca!

Si con todos eso comentarios he sido capaz de seguir adelante y crecerme frente a un público tan exigente, doy por hecho que la tarde de hoy en casa con tres adolescentes va a ser todo un paseo.

Me quito el sombrero ante Sara y Susana, las profes de cinco años del CEIP Pablo Sarasate que lidian con ellos a diario y no solo un ratito como nosotras. Para que luego se diga que la labor de un docente es tarea fácil…

Y me lo quito también ante Charo y Maite de la Federación Autismo Madrid que han conseguido metérselos en el bolsillo aún a riesgo de dejarse la voz por el camino. Esta mañana hacernos escuchar ha sido nuestra máxima prioridad.

Y así, entre un juego donde había que elegir una mascota, bautizarla y definir sus gustos y preferencias para darnos cuenta de que no a todos nos gusta lo mismo; una sesión de títeres donde a un pequeño tigre le regalaban una colección de caracolas con las que solo disfrutaba jugando poniéndolas en fila y que solo comía guisantes los lunes y por último un juego donde había que bailar mientras sonara la música y pisar un folio cuando cesara ayudando a los compis a que todos pudieran pisarlo…ha concluido nuestra visita de sensibilización.

Ahora que llegan los catarros de otoño, aprovecho para recordar que de la misma forma que a una persona con gripe no se le etiqueta refiriéndonos a ella como que “ES” una persona griposa, sencillamente tiene gripe; las personas con TEA no SON autistas, TIENEN autismo.

Estas visitas de sensibilización tienen como objetivo, además de acercar una realidad diferente a los niños y niñas que escriben, desenterrar estigmas y mitos que dificultan la INCLUSIÓN (que no la integración) de personas CON TEA.

Y sí, hoy más que nunca he podido comprobar que todos somos diferentes…estos dos grupos de cinco años me han dejado muy claro que no todos reaccionamos igual frente a los-lunes-a-primera-hora.

 

INCLUYE LA “HISTORIA DE UNA MIRADA”

Es mi deseo INCLUIR en la primera entrada de este curso escolar 2018-19 la historia de “una mirada”. Dicen que es bueno saber separar lo personal de lo profesional pero tras casi una década trabajando en CEN con C, ésa sigue siendo una de mis asignaturas pendientes porque, en mi caso, siento que una cosa va de la mano de la otra.

Por eso INCLUYO “la historia de Lucía”, “Lu” para los que la conocemos y la queremos.

Ésta, como os contaba, es la historia de “una mirada”. La mirada de Lucía. Una mirada que nos acompañó durante los 31 días que estuvo hospitalizada en La Paz. Me la puse como foto de perfil en wasap y todos los que la veían coincidían en lo mismo: “en la fuerza que transmitía”. Esa fuerza fue la que nos mantuvo a todos esperanzados a pesar de que los primeros días, las primeras horas, los primeros minutos, los primeros segundos pesaban como losas en los corazones de los que estábamos “al otro lado”. Fue esa fuerza la que hizo que la balanza se decantara hacia la vida durante los cuatro días que estuvo en la UCI obrándose el primero de muchos pequeños milagros.

“Es una luchadora nata” – decíamos todos los que la conocíamos. “Saldrá de ésta”.

Pero el diagnóstico estaba ahí planeando también sobre nuestros corazones y no pintaba nada bien. La caída que sufrió mientras montaba a caballo, el día del cumpleaños de su padre, le puso de nuevo el contador de su vida a cero. Por muy optimistas que todos quisiéramos ser, la realidad (y el maldito Google tan tentador y traicionero en momentos así) nos decía, sin gritos pero también sin miramientos, que los daños cerebrales eran de grado tres. Sólo cabía confiar, confiar y esperar, y esperar un segundo más, esperar un minutos más, una hora más, un día más…tic, tac, tic, tac..

Y durante el tiempo que la mirada de Lucía luchaba por encontrar luz en la oscuridad en la que estaba sumida, sus padres se rompían a ratos y se recomponían a otros con ayuda de sus familiares y amigos más allegados.

“No hay un dolor más grande que éste, no hay palabras para describir lo que sentimos pero vuestro apoyo está siendo decisivo a la hora de poder afrontarlo”.

A los cuatro días del accidente Lucía fue trasladada a planta todavía “dormida”. Había que seguir esperando…Cinco días más tarde, en una mañana repleta de “señales”, intuición y esperanza sucedió el segundo milagro: Lucía comenzó a comunicarse con sus padres escribiendo en un papel aunque todavía no podía ver.

“¿Me voy a quedar ciega?”- preguntó.

Y poco a poco pero como si de pequeñas gotas de una cascada se tratasen, fueron sucediéndose, uno a uno, diminutos avances (o pequeños milagros): comenzó a decir palabras sueltas, a abrir los ojos, a fijar la mirada, a reconocer a sus familiares y amigos, a sentarse con ayuda, a caminar con ayuda, a ir al baño, a relamerse los labios “pintados” con Nocilla, a enfadarse, a llorar, a reír…pero sobre todo a INCLUIR en su disco duro “la realidad” de lo sucedido. Lucía llegó a pensar que todo lo que le estaba ocurriendo lo estaba soñando y tuvo un leve amago de bloqueo mental que le duró apenas unas horas. El tiempo que tardó una psicóloga en hablar con ella y hacerle “ver” lo que ella no quería ver. Pero de nuevo, la fuerza de su mirada pudo con ese plato que ella no había pedido y que la vida le estaba sirviendo en bandeja. Lo miró, lo analizó, lo retó a marcharse y cuando aceptó que iba a tener que tragárselo para poder disfrutar de suculentos platos de “postureo”, lo inundó con un torrente lágrimas y se lo zampó. No dejó ni las migas… ¡menuda es ella!

Hoy Lucía está en casa. Los médicos dicen que el mejor centro de rehabilitación es “su hogar” y sin lugar a dudas su mejor rehabilitador personal su hermano pequeño “J”. Todavía es pronto para conocer las secuelas derivadas de las lesiones en su cerebro. Acaba agotada al final del día pero sabiendo que la recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado y que, como decía Gandhi, un esfuerzo total es una victoria completa.

El camino de la recuperación es largo y difícil pero nadie dijo que vivir fuera fácil. El mayor logro de Lucía (y la mejor lección que hemos aprendido  o recordado gracias a ella) es saber que uno puede convertir en su mejor maestra la peor experiencia de su vida. Lucía ha sabido INCLUIRLA en su vida aceptándola con la fuerza de su mirada, con grandes dosis de superación personal, de arrojo, de coraje y de valentía.

Porque INCLUIR es tan necesario en la vida que existen asociaciones como APAIPA que se lo ponen como objetivo. APAIPA nació en el año 2004 de la necesidad de INCLUIR (que no integrar) a chavales con discapacidad motórica dentro y fuera de los centros educativos.

Hoy Charo, Presidenta de Apaipa, me explicaba pacientemente que la INCLUSIÓN e integración son términos que en muchas ocasiones se utilizan como conceptos iguales pero no son palabras sinónimas. Ella sigue luchando por sensibilizar a la sociedad. Su hijo Julio, al que hoy lleva en su corazón,  le sigue enviando “señales” para que continúe con la labor que comenzó pensando en él y en otros como él.

Fruto de mi innata curiosidad he buscado y hallado (en Google cómo no, tentador y eficiente en este caso) 10 diferencias que paso a enumeraros para vuestro conocimiento:

  1. La inclusión NO se centra en la discapacidad o diagnóstico de la persona. Se centra en sus capacidades.
  2. La inclusión educativa NO está dirigida a la educación especial, sino a la educación en general.
  3. La inclusión NO supone cambios superficiales en el sistema, supone trasformaciones profundas.
  4. La inclusión NO se basa en los principios de igualdad y competición, se basa en los principios de equidad, cooperación y solidaridad.
  5. La inclusión educativa se centra en el aula y NO en el alumno.
  6. La inclusión NO intenta acercar a la persona a un modelo de ser, de pensar y de actuar “normalizado”, acepta a cada uno tal y como es, reconociendo a cada persona con sus características individuales.
  7. La inclusión NO es dar a todas las personas lo mismo, sino dar a cada uno lo que necesita para poder disfrutar de los mismos derechos.
  8. La inclusión NO persigue cambiar o corregir la diferencia de la persona sino enriquecerse de ella.
  9. La inclusión educativa NO persigue que el niñ@ se adapte al grupo, persigue eliminar las barreras con las que se encuentra que le impiden participar en el sistema educativo y social.
  10. La inclusión NO disfraza las limitaciones, porque ellas son reales.

Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, aquí os dejo este esquema de diferencias entre: exclusión, segregación, INCLUSIÓN e integración.

Algún día dejaremos de hablar de “educación para”…y entonces, hablaremos simplemente de EDUCACIÓN.

Y precisamente para hablarnos de INCLUSIÓN esta mañana han venido cuatro voluntarios de APAIPA: Javi, Andrea, María y Camino al CEIP Pinar de San José. El reto era grande porque se trataba de captar la atención de los más pequeños. Nada más y nada menos que cuatro clases de 5 años que están dispuestas a escribir cuentos para colaborar con ellos pero… ¿a cualquier precio? No, ellos también querían escuchar cuentos.

Con ayuda del pirata Garrapata hemos roto el hielo y el silencio a voz en grito con un: “Garrapata, Garrapata despiertaaaaaaa”, no fuera a ser que el cocodrilo se zampara el único ojo que le quedaba al pobre pirata.

Luego el equipo de voluntarios valiéndose también por unas magníficas marionetas hechas por ellos mismos, han escenificado un cuento donde un pez, un cangrejo, una tortuga y una rana “diferentes” lograban sentirse unidas por lo que les diferenciaba de sus “normales”: una aleta más pequeña, carecer de una pinza, tener la concha abollada o ancas muy cortas. Pronto se dieron cuenta de que la solución a sus problemas era normalizar LA DIFERENCIA con el resto de animales…e invitaron a todos a jugar y a divertirse con ellos.

Y así, entre cuento y cuento nos hemos ido todos contentos.

INCLUYO en mi despedida de hoy un abrazo para “Lu”, otro para Sonsoles luchadora nata también donde las haya y mi más cariñosa bienvenida a todos los participantes y seguidores de CEN con C.