En este caso hablamos del Liceo Sorolla y no del pintor y sí, de manchitas verdes sí va esta historia…
Según numerosos estudios el público infantil es el más difícil y exigente pero a la vez el más agradecido.
¿Por qué el más difícil y exigente? Porque si se aburre se va y, si no se puede ir, desconecta. ¿Cómo? Poniéndose a charlar con el compañero, bostezando, revolviéndose en la silla, “chinchando” al de al lado, así hasta un largo etcétera.
Por eso en la mañana de ayer decidí “ir armada hasta los dientes” para enfrentarme a las cuatro clases de 5 años del Colegio Liceo Sorolla “C”. Mis grandes aliados fueron “Lobezno y la Princesa”, dos marionetas dispuestas a meter en cintura a cualquiera que tuviera la firme intención de “desconectar”.
¡Y dio resultado!
Nunca deja de sorprenderme lo efectiva que resulta la comunicación con los niños cuando lo haces a través de un muñeco de trapo poniendo voz de falsete. Hace poco estuve en un Taller de Padres sobre Comunicación afectiva y efectiva donde el cómo-se-dicen-las-cosas es a menudo más importante que la-cosa-en-sí a transmitir. Y decidí llevar la teoría a la práctica.
Cerca de 80 niños de 5 años sentados en el suelo frente a mí: unos dándome la espalda, otros charlando entre ellos, los había ensimismados en su mundo, con el dedo en la nariz o en la boca otros…Un “Buenos días chicos” por mi parte y nada…pero…en cuanto Lobezno cobró vida con un “Buuuenos díiiasss, chicoos” con voz grave y cavernosa…la situación tomó un nuevo matiz. Me sentí sepultada por un “Buenooos díiiiiasss” a coro acompañado de 80 pares de ojos expectantes, curiosos, esperando a ver si Lobezno tenía algo más que decirles.
Lobezno, el pobre, no daba pie con bola.
– “Me han dicho que vosotros vais a escribir cuentos, pero los niños de 5 años no saben escribir…”- les dijo con voz desafiante. “Porque a ver… ¿sabéis escribir sí o no?” – les preguntó.
– “Síiiiiiiii” – contestaron todos a coro.
– “Que no, que no” – insistía Lobezno.
– “Que sí, que síiiiiiiiiiiii” – volvían a gritar todos a una.
– “Pero si los niños de 5 años solo saben ver la tele. A Pepa Pog, a Doro el Explorador”- continuaba increpándoles.
– ¡Ja, ja! Es Pepa Pig y Dora la Exploradora – le corregían todos a destiempo.
Acaparada ya su atención Lobezno les convenció, junto con nuestra Princesa, para que estuvieran calladitos mientras una humilde servidora les contaba dos cuentos: el cuento de los “Cuentos Escritos por Niños” y el cuento de “La manchita verde”.
Lobezno solo tuvo que cobrar vida de nuevo en una ocasión para pedirles que no comentaran todos y cada uno de los detalles que les iba contando. Inevitable los: “pues yo tengo un primo que…”, “pues yo un día…” inevitables sí, y ¡qué maravilla escucharlos! Prueba más que evidente de que estaban escuchando ¡activamente!
La escucha resultó tan activa y empatizaron tanto con lo que les contaba que Hugo, un pequeño rubiales delicioso, se nos echó a llorar cuando, en un momento “del cuento”, nos detuvimos para hablar sobre los cuentos que habían escrito niños de otro “cole” para luchar contra el cáncer. A Hugo no le debió de gustar eso de que, a veces, las medicinas que les dan a las personas con cáncer, además de eliminar a las células locas que se han vuelto malas, sin querer también eliminan algunas buenas y por eso, por ejemplo, se les cae el pelo. Su “profe” le rescató de la última fila donde estaba sentado con la intención de llevárselo fuera un ratito y tranquilizarle pero no hizo falta. Es lo bueno que tienen los niños. Cambias el foco de atención y cambia su actitud.
“Hugo cariño, ¿me ayudas a leer los títulos de los cuentos que escribieron los niños de 5 años el curso pasado?” Y asintió con la cabeza mientras se restregaba los ojos llorosos.
Y ya. Sustituimos rápidamente el “quiero que venga mami” por “El dinosaurio Sirolín” y “La gallina que ponía huevos de chocolate”. Así de sencillos y así de complejos son.
Para terminar les hablé de Jaime de la Asociación Duchenne España. Jaime nos dejó el año pasado aunque para ellos “se ha ido a hacer un viaje muuuuy largo”. Les conté que antes de irse, Jaime me pidió que les leyera el cuento de La manchita verde. Ese cuento en el que dos ratoncitos se dan cuenta de que son diferentes de los demás porque solo ellos tienen una manchita verde en su cuerpo. Pronto descubren que ser diferentes no es malo porque… ¡qué aburrido si todos fuéramos iguales! Pero también descubren que esa manchita verde, a medida que va creciendo, les impide hacer cosas que antes sí podían hacer. Y se alegran mucho cuando se enteran de que 80 niños del Colegio Liceo Sorolla van a escribir cuentos para recaudar moneditas con las que doctores super-listos podrán investigar y descubrir la pastilla mágica que haga que puedan volver a correr, a nadar y a caminar.
Decíamos al principio de la entrada del blog que el público infantil era el más difícil y exigente pero también el más agradecido. ¿Por qué? Porque gracias a Hugo que empatizó y mostró sus sentimientos, recibimos como regalo sus lágrimas de emoción. Y porque gracias a tooooodos los alumnos de 5 años, nos llevamos también envuelto en papel de regalo con un enorme lazo rojo un Síiii de los de verdad:
-“Bueno chicos, ¿vais a escribir cuentos bonitos para que se curen los ratoncitos y no haya manchitas verdes nunca más? – les preguntó Lobezno antes de despedirse.
– “¡Síiiiiiiiii! – contestaron con su voz, con su cuerpo echándose hacia delante, con sus ojos repletos de ganas de querer ayudar, con sus manos dando palmas…con toda, toda SU ILUSIÓN.
Sí, serán los más difíciles y exigentes pero también los más agradecidos.