¿Os habéis planteado alguna vez qué os llevaríais con vosotros si tuvierais que salir de vuestra casa en 10 minutos?
María Jesús, trabajadora de ACNUR desde hace 30 años, nos invita a que hagamos este ejercicio con nuestra familia o nuestros amigos y que reflexionemos sobre las cosas que son más importantes y las que son prescindibles.
Esta invitación nos llega a través de su escrito Akissi, la princesa refugiada publicado al final del libro solidario Dieciséis Cuentiños escrito por los alumnos de 6º de primaria del Colegio Los Peñascales en favor de ACNUR.
Dieciséis niñ@s que, junto con su tutora Alice, nos hicieron sentir como en casa el pasado viernes. María Jesús, mi tocaya, jugaba con ventaja porque es madre de Clara y Pablo, dos “Peñascalistos” que pasaron por allí hace algún tiempo. Y a mí me sorprendieron con una preciosa tarjeta firmada por todos ellos acompañada de un precioso ramo de tulipanes morados (el color de las cubiertas de esta edición especial)…
Pero cuando ese “sentirse-como-en-casa” va condicionado a tener que vivir en una simple tienda de campaña durante meses e incluso años…la cosa, como contaba mi tocaya, ya no tiene tanta gracia…
Dicen que un buen libro o una buena historia es un refugio donde acudir cuando queremos huir de nuestra realidad o sencillamente queremos volar a otros mundos, otro tiempo y vivir otras vidas.
Akissi, la princesa refugiada podría ser muy bien el título de una de esas buenas historias imaginadas por alguien para hacernos pasar un buen rato, pero por desgracia es una historia basada en hechos reales. Lamentablemente para muchas personas como Akissi, las palabras huir y refugio van de la mano formando parte de sus vidas reales. Así nos lo cuenta María Jesús y así lo comparto hoy con vosotros:
En mis 30 años de trabajo con ACNUR he conocido mil historias, pero quiero contaros la de una joven de Sudán del Sur, de unos 20 años llamada Akissi y a la que conocí en Etiopía hace ya un tiempo.
Akissi vivía junto con sus dos hijos en un campo de refugiados en Etiopía. Vestía un traje de colores vivos que le cubría de la cabeza a los pies y que lucía con mucha elegancia. Parecía una auténtica princesa. Akissi llamaba la atención porque era una chica alegre, resuelta y muy educada; andaba siempre con su bebé a la espalda. Había sido elegida democráticamente como lideresa para representar a las mujeres refugiadas en los comités de gestión del campo, donde se discuten los problemas y se toman decisiones importantes.
Estando un día en el campamento, me acerqué a ella y le pregunté si podíamos charlar un ratito. Yo me presenté y ella me invitó a su pequeña choza de caña circular, donde vivía con su bebé y su hijo de 2 años. Su pequeña casita de 3 metros de diámetro estaba muy recogida, tenía una chimenea en el centro con leña y una cazuela donde guisaba, un cubo de plástico para bañar a los niños y lavar la ropa y un bidón de 5 litros para guardar el agua que recogía de la fuente del campo. Ella y sus hijos dormían sobre un fino colchón en el suelo de tierra que barría con esmero todos los días con una escoba fabricada con ramas de matorrales. Esas eran todas sus pertenencias y ese su pequeño palacio. ¿Y no tenía baño? Os preguntaréis alguno; pues no, sólo letrinas comunitarias que se comparten con varias familias.
Akissi me contó que llevaba allí un año y que había cruzado la frontera de Sudán del Sur hacia Etiopía con otro grupo de familias sudsudanesas después de que unos militares atacaran su aldea. Ella estaba embarazada y salió huyendo con su marido y su hijo pequeño, pero en la confusión de la huida, su marido quedó separado del resto de la familia. Nuestra princesa, explicaba que se maneja muy bien en el campo porque ya lo conocía de antes. Cuando ella tenía 5 años había estado refugiada precisamente allí con sus padres y hermanos y durante los seis años que allí vivieron, aprendió bien cómo funciona un campo y pudo acudir a la escuela, aprender inglés y las materias básicas.
Me explicaba la ilusión con la que iban todos a la escuela, aunque al principio se sentaban sobre piedras porque no había bancos; cómo compartían un libro entre 3 ó 4 alumnos y cómo lo cuidaban para que durara muchos años para otros estudiantes; me contaba cómo estudiaba a veces en la tienda de campaña en la que vivía con sus padres a la luz de la chimenea porque no tenían electricidad; se acordaba de las colas para recoger la comida que les daban, como arroz, aceite, legumbres.
De esta etapa, Akissi rememoraba cómo les cuidaban los trabajadores de las ONG en el hospital de campaña cuando enfermaban y los dos kilómetros que recorría a diario con sus amigas por la mañana temprano para ir a recoger agua en los bidones que trasladaban en la cabeza, antes de que se montaran las fuentes en el campamento. Con gran alegría, Akissi también recordaba el anuncio del fin de la guerra en su país y la emoción con la que sus padres empaquetaron sus pertenencias y cómo ACNUR les ayudó a regresar a su país, a su hogar. Pero, lamentablemente, tras unos años de paz en su país, la violencia y los conflictos resurgieron y su historia como refugiada se repitió. Akissi volvió a buscar protección en Etiopía.
De nuevo en el campo de refugiados, Akissi expresa su agradecimiento a Etiopía que les dejó entrar a ella y a su familia y a centenares de miles de refugiados, sin pedirles pasaporte, dinero o visados y les salvó la vida; y agradece al ACNUR y otras organizaciones por darles cobijo, comida y protección cuando llegaron sin nada y por la oportunidad de darles una educación en el campo de refugiados. Gracias a esa educación, ahora Akissi está mejor preparada para afrontar la nueva situación como refugiada, como madre y está pudiendo ayudar a muchas otras personas.
Deciros que esa comida, ese techo, el agua, las medicinas o la educación no serían posible sin la ayuda que recibimos en ACNUR de miles de personas generosas en España y en otros países, que nos ayudan en definitiva a salvar vidas. Por eso, yo quiero compartir con vosotros el agradecimiento de nuestra princesa de Sudán del Sur, cuya vida es parecida a la de 80 millones de personas desplazadas forzosas en todo el mundo.
Y como esta historia tiene también un final feliz, quiero contaros que, de vuelta a España, supe por mis colegas de ACNUR en Etiopía que habían conseguido localizar al marido de Akissi meses después y que ya estaba toda la familia junta de nuevo en el campo. Yo no puedo evitar pensar en ella cuando escucho las noticias sobre Sudán del Sur y sé que Akissi será una gran lideresa que ayudará a la reconstrucción de su país cuando pueda volver, pero, mientras tanto, estará dándolo todo en Etiopía y habrá cumplido su sueño de ser profesora de la escuela del campo de refugiados, donde estudiarán y se formarán también sus hijos.
María Jesús Vega
Trabajadora de ACNUR y madre de Clara y Pablo, dos “Peñascalitos”
Ilustraciones: Clara García Vega y Sonia Vega Fernández, exalumna y alumna de Los Peñascales